Eithne at Europe 2006

Saturday, October 28, 2006

13 de septiembre del 2006

Este día fue uno muy largo de viaje… Pero antes de partir al siguiente punto, hicimos una parada muy importante.

Resulta que el museo del Louvre en París está cerrado los martes. Qué mal por nosotros, porque el martes fue el día que tuvimos libre… Lo bueno es que Claire piensa en todo y nos dieron la oportunidad de pasar el miércoles por la mañana antes de dejar completamente la ciudad.

El Louvre es un palacio… No hay manera de describirlo… Majestuoso, como deben ser los palacios para la realeza. Dios, es simplemente… Te quita el aliento. Techos altos, salones amplios, hermosos jardines… Y eso que no tuve la oportunidad de mirar siquiera una pequeña parte.

Si a ese hermoso edificio se le suma la cantidad de arte contenido entre sus paredes, creo que el resultado es justamente el que existe: Uno de los museos, sino es que el más grande, del mundo… Un dato curioso que nos proporcionaron es que si te tomas un minuto en observar cada una de las piezas del museo, tardarías 9 meses en verlo todo…

Ah, y uno se hace la idea de que tan grande era el ego de Luis XIV al decir que el Louvre era un palacio muy pequeño para él y que necesitaba uno de acuerdo a su categoría. Por eso abandonó ese y se construyó Versalles; me encantaría ir a ese lugar y espero tener la oportunidad de hacerlo algún día. Debe ser… simplemente maravilloso…

Como sea… En el Louvre sólo estuvimos cerca de hora y media y eso sin contar lo que nos tomó entrar. Por alguna razón, los que revisan boletos decían que necesitábamos una reservación y no sé cuántas cosas más. Al final era tanta gente, que ya ni se fijaron y pasamos como si nada…

Lo primero que vimos, porque ya estando ahí no nos lo podíamos perder aunque sea uno de los chiclés más grandes de este mundo, fue “La Monalisa”. Lo malo es que hay que pasar por un montón de salas antes de verla.

A mí ya me habían dicho que no era así como super impresionante, porque es un cuadro pequeño. De hecho, después de eso, me imaginaba algo más pequeño y, cuando la vi, pensé “Ah, pues no está tan chiquita…”. Mi hermana dice que ella sí se desilusionó al verla, esperaba algo más grande…

Pues, no teníamos mucho tiempo y mi hermana quería ver la sala dedicada a Egipto. Así que nos movimos rápido por todas las salas hasta encontrar la que buscábamos.

Por error, llegamos a la sala donde se exhibe “La Venus del Milo”. Esa si fue más impresionante que “La Monalisa”. También como con la pintura, había mucha gente en la sala. Pero, lo bueno de todo eso y el error es que la vimos.

Ya después encontramos la sala de los egipcios y la vimos a la carrera. Deben imaginarse que para ir de un lado al otro se toma un tiempo, por los tamaños del edificio y por la gente que se concentra en las salas.

Lo bueno es que mi hermana todavía tuvo tiempo de pasar a la tienda de souvenirs… Solamente para que tengan una idea lo excéntrica que puede llegar a ser… Ese día se compró en la tienda para niños un halcón de cetrería de peluche. Es decir, un halcón que tiene un gorrito con el que le cubren los ojos para que se tranquilice y se lo quitan para mandarlo a cazar a su presa. Por si no fuera suficiente, el cochino animal hace ruido y quiso el grande, no el pequeño. Y anduvimos cargando el halconcito para todos lados a partir de ese momento, porque no quiso meterlo a la maleta…

Pues, ya dejamos el Louvre… Yo me que quedé con ganas de regresar. ¡No vimos los jardines de la reina Catalina de Medici! Y se supone que son impresionantes. Ni vimos el palacio por fuera y yo quiero verlo. Espero tener la oportunidad (y el valor) para regresar a París y apreciar el Louvre como se debe.

Así que nos trepamos al camión y recorrimos las carreteras por unas cuantas horas. La siguiente para que tuvimos, una parada de servicio de descanso para el chofer más que otra cosa, fue en Fontainebleau, donde existe un Château muy famoso históricamente. Claire nos mencionó que en ese lugar Luis XIV o Luis XVI (alguno de los dos, sinceramente no recuerdo) declaró que Francia era católica y prohibía la libertad de culto; aún no encuentro eso en la historia del Château, así que no puedo confirmar la información. También, y eso sí ya lo chequé, fue refugio de Napoleón al regresar de su exilio.

Es un lugar bonito, pero creo que lo importante es el museo que alberga en el interior. No pudimos ver el museo, pero obtuvimos unas bonitas tomas del exterior.

Luego de eso, nos trepamos de nuevo al camión y a continuar rockeando en las carreteras.

Ya en la tarde llegamos a Beaujolais, que está en una región viñera muy importante de Francia… Eso quiere decir que está lleno de uvas y hacen vino. De hecho, llegamos el primer día de la vendimia, el inicio de la cosecha… Como dice mi hermana, conocimos al vino en su tierna infancia…

Independientemente de que en ese lugar fabrican grandes cantidades de vino tinto, el lugar tiene una vista impresionante… Hermoso, simplemente hermoso…

Ese día tuvimos un interesante conversación de cómo fabrican el vino y tuvimos la oportunidad de comprar algunas botellas. Yo sólo compré una, para mi mamá, y quien, por cierto, no le ha dado ni un trago. Todavía no sabemos si está bueno o no el vino.

Y aquí viene la historia triste del día… Sí, creo que todos los días tienen que tener su historia triste, de otra manera no tendrían mucho chiste. ¡Baños comunales! Sí, el cuarto no contaba ni con taza ni con regadera propias. Bueno, no importa; estábamos acostumbradas a tener que compartirlo en el hostel en Londres… La parte horrible de todo esto es que los baños eran ¡mixtos! Sí, como lo leen, mixtos, para niños y niñas…

Aquí les va la explicación, no es nos bañáramos todos juntos. Había un cuarto común con regaderas y lavabos y había un cuarto común para los excusados. Cada regadera y cada excusado tenían su propio cubículo, pero el resto del cuarto era común. Entonces, al salir de la regadera podías encontrarte a una niña… o a un niño… El primer día nos frikeamos, pero ya luego fue de “Pues, qué le va uno a hacer…”… Aún así, eso no fue tan divertido…




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