Eithne at Europe 2006

Saturday, October 28, 2006

13 de septiembre del 2006

Este día fue uno muy largo de viaje… Pero antes de partir al siguiente punto, hicimos una parada muy importante.

Resulta que el museo del Louvre en París está cerrado los martes. Qué mal por nosotros, porque el martes fue el día que tuvimos libre… Lo bueno es que Claire piensa en todo y nos dieron la oportunidad de pasar el miércoles por la mañana antes de dejar completamente la ciudad.

El Louvre es un palacio… No hay manera de describirlo… Majestuoso, como deben ser los palacios para la realeza. Dios, es simplemente… Te quita el aliento. Techos altos, salones amplios, hermosos jardines… Y eso que no tuve la oportunidad de mirar siquiera una pequeña parte.

Si a ese hermoso edificio se le suma la cantidad de arte contenido entre sus paredes, creo que el resultado es justamente el que existe: Uno de los museos, sino es que el más grande, del mundo… Un dato curioso que nos proporcionaron es que si te tomas un minuto en observar cada una de las piezas del museo, tardarías 9 meses en verlo todo…

Ah, y uno se hace la idea de que tan grande era el ego de Luis XIV al decir que el Louvre era un palacio muy pequeño para él y que necesitaba uno de acuerdo a su categoría. Por eso abandonó ese y se construyó Versalles; me encantaría ir a ese lugar y espero tener la oportunidad de hacerlo algún día. Debe ser… simplemente maravilloso…

Como sea… En el Louvre sólo estuvimos cerca de hora y media y eso sin contar lo que nos tomó entrar. Por alguna razón, los que revisan boletos decían que necesitábamos una reservación y no sé cuántas cosas más. Al final era tanta gente, que ya ni se fijaron y pasamos como si nada…

Lo primero que vimos, porque ya estando ahí no nos lo podíamos perder aunque sea uno de los chiclés más grandes de este mundo, fue “La Monalisa”. Lo malo es que hay que pasar por un montón de salas antes de verla.

A mí ya me habían dicho que no era así como super impresionante, porque es un cuadro pequeño. De hecho, después de eso, me imaginaba algo más pequeño y, cuando la vi, pensé “Ah, pues no está tan chiquita…”. Mi hermana dice que ella sí se desilusionó al verla, esperaba algo más grande…

Pues, no teníamos mucho tiempo y mi hermana quería ver la sala dedicada a Egipto. Así que nos movimos rápido por todas las salas hasta encontrar la que buscábamos.

Por error, llegamos a la sala donde se exhibe “La Venus del Milo”. Esa si fue más impresionante que “La Monalisa”. También como con la pintura, había mucha gente en la sala. Pero, lo bueno de todo eso y el error es que la vimos.

Ya después encontramos la sala de los egipcios y la vimos a la carrera. Deben imaginarse que para ir de un lado al otro se toma un tiempo, por los tamaños del edificio y por la gente que se concentra en las salas.

Lo bueno es que mi hermana todavía tuvo tiempo de pasar a la tienda de souvenirs… Solamente para que tengan una idea lo excéntrica que puede llegar a ser… Ese día se compró en la tienda para niños un halcón de cetrería de peluche. Es decir, un halcón que tiene un gorrito con el que le cubren los ojos para que se tranquilice y se lo quitan para mandarlo a cazar a su presa. Por si no fuera suficiente, el cochino animal hace ruido y quiso el grande, no el pequeño. Y anduvimos cargando el halconcito para todos lados a partir de ese momento, porque no quiso meterlo a la maleta…

Pues, ya dejamos el Louvre… Yo me que quedé con ganas de regresar. ¡No vimos los jardines de la reina Catalina de Medici! Y se supone que son impresionantes. Ni vimos el palacio por fuera y yo quiero verlo. Espero tener la oportunidad (y el valor) para regresar a París y apreciar el Louvre como se debe.

Así que nos trepamos al camión y recorrimos las carreteras por unas cuantas horas. La siguiente para que tuvimos, una parada de servicio de descanso para el chofer más que otra cosa, fue en Fontainebleau, donde existe un Château muy famoso históricamente. Claire nos mencionó que en ese lugar Luis XIV o Luis XVI (alguno de los dos, sinceramente no recuerdo) declaró que Francia era católica y prohibía la libertad de culto; aún no encuentro eso en la historia del Château, así que no puedo confirmar la información. También, y eso sí ya lo chequé, fue refugio de Napoleón al regresar de su exilio.

Es un lugar bonito, pero creo que lo importante es el museo que alberga en el interior. No pudimos ver el museo, pero obtuvimos unas bonitas tomas del exterior.

Luego de eso, nos trepamos de nuevo al camión y a continuar rockeando en las carreteras.

Ya en la tarde llegamos a Beaujolais, que está en una región viñera muy importante de Francia… Eso quiere decir que está lleno de uvas y hacen vino. De hecho, llegamos el primer día de la vendimia, el inicio de la cosecha… Como dice mi hermana, conocimos al vino en su tierna infancia…

Independientemente de que en ese lugar fabrican grandes cantidades de vino tinto, el lugar tiene una vista impresionante… Hermoso, simplemente hermoso…

Ese día tuvimos un interesante conversación de cómo fabrican el vino y tuvimos la oportunidad de comprar algunas botellas. Yo sólo compré una, para mi mamá, y quien, por cierto, no le ha dado ni un trago. Todavía no sabemos si está bueno o no el vino.

Y aquí viene la historia triste del día… Sí, creo que todos los días tienen que tener su historia triste, de otra manera no tendrían mucho chiste. ¡Baños comunales! Sí, el cuarto no contaba ni con taza ni con regadera propias. Bueno, no importa; estábamos acostumbradas a tener que compartirlo en el hostel en Londres… La parte horrible de todo esto es que los baños eran ¡mixtos! Sí, como lo leen, mixtos, para niños y niñas…

Aquí les va la explicación, no es nos bañáramos todos juntos. Había un cuarto común con regaderas y lavabos y había un cuarto común para los excusados. Cada regadera y cada excusado tenían su propio cubículo, pero el resto del cuarto era común. Entonces, al salir de la regadera podías encontrarte a una niña… o a un niño… El primer día nos frikeamos, pero ya luego fue de “Pues, qué le va uno a hacer…”… Aún así, eso no fue tan divertido…




12 de septiembre del 2006

Ah, nuestro día libre en la Cité… Qué increíble, yo ya estaba encantada con París a estas alturas. De hecho, siempre he sentido una extraña fascinación por esta ciudad. La novela que estoy escribiendo en este momento, “La rebelión del Príncipe León”, tiene parte de esa fascinación y una parte está recreada en París durante los años de 1599 y 1650, más o menos… Aunque realmente es muy poco lo que se aprecia de París en mi escrito, estudié un poquito de la vida de los parisinos en estos años…

Ehm, sí, como sea, estaba escribiendo de algo totalmente distinto, no de mi novela. Estaba diciendo que París es una de las ciudades que más me ha encantado, aunque ahora ya no es como mi ciudad preferida de todos los tiempos. Sin embargo, es increíble y majestuosa.

Me parece que los franceses construyen a lo grande. Todo es así como espectacular y colosal. Se supone que París era una ciudad de callejuelas y callejones durante el reinado de Luis XIII y Luis XIV, pero no alcancé a percibir eso en lo que vi de la ciudad. Me parece que será necesario regresar a ese sitio con más tiempo y con más calma para recorrer esas calles pequeñas.

En fin… El primer lugar al que fuimos ese día fue a la Torre Eiffel, de nuevo. La diferencia es que esta vez subimos. La Torre Eiffel tiene tres niveles y, dependiendo del nivel, es lo que cuesta la entrada. Elegimos subir hasta el nivel 3, más bien porque ese fue el boleto que nos consiguió Claire, pero creo que valió la pena pagar para subir hasta ese nivel.

Primero hay que subirse en un elevador que a mí me parece un montacargas. Es un elevador al que le caben alrededor de 30 personas… Algo así, pero es una cantidad impresionante de personas las que caben en ese elevador. Lo siguiente horrible de eso es que sube a una velocidad impresionante, va bastante rápido. La otra es que hay anuncios que te advierten de los carterista y que tengas cuidado con ellos. Je, je, en París también existen delincuentes…

Luego hay que subir a otro elevador… Ya no es tan grande como el primero, porque no toda gente sube al siguiente nivel, pero también es grande y rápido. No tengo que decir que yo ya estaba medio apanicada… De hecho, lo estaba desde el primer elevador y es que, en serio, le tengo miedo a las alturas.

Pues, llegamos a ese nivel y ya había una especie de mirador. En el mirador están indicados todos los edificios que se pueden apreciar desde ahí. Claro, hay tanta gente que no se tiene demasiado tiempo para ponerse a analizar toda esa información Ahí sacamos las primeras fotos de la Cité desde alto.

Luego, ya que tuvimos todas las fotos que necesitábamos, subimos al siguiente nivel. El siguiente nivel es accedido a través de escaleras. Ahí el mirador ya es un mirador de verdad. En el nivel anterior, hay cristales; en este, solamente una reja protectora. Uy, se apreciaba todo mejor, porque no estaba el vidrio sucio tapando la vista.

Sacamos muchas fotos de aquí también, aunque en realidad yo estaba pegada a la pared pensando que no estábamos tan alto y que no faltaba mucho para que bajáramos. Mi hermana se divirtió sacándome unas cuantas fotos con cara de aterrorizada.

Ya después bajamos al primer nivel. Desde ahí los edificios no se veían tan pequeños y no está tan alto. También están las tiendas de souvenirs y eso. Ah, también hay que mencionar que, me parece que en este nivel, es donde está ubicada un restaurante muy famoso y, obviamente, muy caro al que ni siquiera asomé la nariz porque seguro me iban a sacar por el look pordiosero que traía.

Por fin nos bajamos de la cochina torre. Fui ¡feliz! Y es que mis pies ya estaban tocando tierra, lo cual es bueno para mí. Tomamos la decisión de que al siguiente lugar al que iríamos era el Arco del Triunfo y de shopping (we´re s-h-o-p-p-i-n-g, we´re shopping… ehm, una canción de PSB, never mind) a los Campos Elíseos.

Pues, ahí vamos al metro… Oh, nuestra primera experiencia en el metro francés… Qué cosa tan complicada es pedir cosas cuando no conoces el idioma y, además, te odian si les hablas en inglés… En fin, como no logré descifrar la máquina expendedora de boletos, tuve que ir a la taquilla. Ahí los boletos sólo valen para un viaje, pero puedes comprar un paquete de 10 y te salen más baratos…

Este metro creo que es el más raro al que me subí. Por alguna extraña razón las puertas no abren solas y hay que activar, jalar o hacer algo con una palanca que traen por fuera y, creo, que adentro de los vagones tienen un botón. Es muy raro, si no abres la puerta, sorry, te quedas adentro…

La otra cosa horrible acerca del metro es que apesta… Bueno, no es que el metro en sí apeste, creo que lo que huele feo es la gente… No dije eso acerca del metro en Londres, pero es extraño porque la gente huele feo; lo que no hace clic de ninguna manera es que la gente que va trepada tienen facha de ser de clase media y tú pensarías que se bañan y conocen los desodorante… pero pues no… Y creo que lo mismo pasa en París… La verdad es que el olor es muy desagradable…

Bueno, por fin llegamos al Arco del Triunfo… Ya lo habíamos visto el día anterior, pero aún así es un monumento muy bonito… Lo que es cierto es que como que París está construido a lo bestia, así todo es grande, todo es majestuoso…

Sacamos algunas fotos de este lugar e, inmediatamente después, fuimos a la parte importante del viaje… ¡A comprar cosas! Bueno, es que seamos sinceros, no llegué hasta París como para no comprar algo de maquillaje…

Es importante decir que en los Campos Elíseos hay un montón de tiendas. Es impresionante y eso que no la recorrimos toda… Pero, es un buen lugar para ir de comprar… si tienes mucho dinero y no sabes en que gastarlo.

Entramos a una tienda que se llama Sephora. En este lugar, por si les interesa saber, me compré unas bonitas sombras negras que vienen en estuche metálico. Como de esas cosas no se ven acá en México, pues aproveché. También compré un lápiz negro, pero ese fue más bien porque estaba barato, pero nada más.

Por cierto, ese día no pasó mi tarjeta de crédito Banamex. Hace unos pocos días descubrí porque fue eso… ¡La bloquearon! Y lo hicieron nada más porque compré como 10 boletos para los conciertos de Pet Shop Boys. Según ellos, necesitaban asegurarse que yo hubiera hecho esos cargos… Digo, está bien que se tomen esas molestias, pero mínimo deberían avisarme que iban a hacer eso y preguntarme si yo compré esas cosas…

En fin… Ya de ahí nos fuimos a otro centro comercial que se llaman las Galerías Lafayette… Fuimos ahí porque es una tienda departamental y mi hermana estaba empeñada en ir a ver que juguetes de Star Wars encontraba…

Tengo que decir que este fue el lugar para comprar más impresionante que vi en todo el viaje… Hagan de cuenta que es un como un el Palacio de Hierro o Sears o Liverpool pero a la décima potencia. Es decir, la tienda abarca tres edificios, uno para ropa de Dama, otro para ropa de caballero y otro para hogar. Sigamos en el entendido de que es una sola tienda departamental… Cada edificio tiene como 5 o 6 pisos y, ya estando adentro, se nota que es caro, muy caro… Pura ropa de diseñador y ni siquiera se ven los precios… Lo cual quiere decir que es caro… Hay ropa de diseñador hasta para los condenados chamacos… Si quieren mi sincera opinión, yo no le compraría ropa de diseñador a mi hijo sabiendo que le va a durar unos cuantos meses; ya saben, los niños crecen muy rápido…

Como sea, después de no encontrar ningún juguete y no comprar nada, fuimos a Notre Dame. La vimos de rápido, porque debíamos estar a las 4:30 en un lugar para que nos recogieran y nos llevaran al campamento, el lugar donde pasamos ahí las noches. De nuevo, ya habíamos vistos el lugar de noche y, como todo en París, es masivo, gigantesco, impresionante.

Y ahí viene la triste historia de París… Llegamos 4:32 al lugar donde nos debía recoger el camón… Eso fue suficiente para que se fueran, llegar dos minutos tardes fue suficiente para que nos quedáramos ahí abandonadas sin saber cómo regresar al campamento.

Eso de “sin saber cómo” es un decir, teníamos instrucciones pero, como muchos saben, no soy del todo brillante como para encontrar el camino sin perderme… En medio del histeria, porque yo me super encamioné como loca, tratamos de hallar el camino de regreso… Por cierto, me enojé porque llegamos tarde porque me equivoqué a la hora de tomar el metro y nos fuimos para el otro lado; si no hubiera cometido ese pequeño error, hubiéramos llegado a tiempo.

Gracias a Dios, en el metro nos encontramos a otras dos niñas del tour que también perdieron el autobús. Las niñas se llaman Hanna y Emma, buena ondas las niñas, pero están muy chavitas y son muy aceleradas. Ellas tuvieron la claridad de juicio para ver hacia dónde deberíamos ir; después de averiguar con algunas personas cómo llegar a la estación que necesitábamos, lo hicimos. Tengo que admitir que ellas averiguaron esa parte, yo no sé qué hubiera sido de nosotros sin ellas… Ya el resto fue más sencillo, tomamos un autobús que nos llevó hasta el campamento y violá, estábamos de regreso.

Así terminó nuestra aventura en París. Al día siguiente nos iríamos por la mañana… A pesar de todo, fue un buen día… Aunque tengo que regresar a esta ciudad para recorrerla un poco más, para apreciarla un poco más…



Saturday, October 14, 2006

11 de septiembre del 2006

Ah, sí, salimos como a las 7 u 8 de la mañana rumbo a París… Entonces, ¿por qué nos levantamos para estar listas a las 6 de la madrugada? Esta es la historia…

Contiki tiene una restricción de peso para el equipaje que puede uno cargar en sus autobuses. La restricción de peso es de 20 kilogramos. Entonces, pues pesaron los equipajes de las 51 personas que iban a tomar el tour, incluyendo a Nidia, Michel y yo merol. Obviamente, se tardaron un poco haciendo esta revisión. Cabe mencionar que éste es un hecho importante; ya les contaré más adelante porque e importante.

Ese día, ya montados en el autobús, conocimos a una persona que también es importante en este viaje: La tour manager llamada Claire. Es importante porque… Bueno, hay algunas anécdotas graciosas que la involucran a ella.

Me parece que nos aventamos un par de horas en el autobús de Contiki. El objetivo era llegar a Dover, que es un puerto de Inglaterra. Y cuando por fin llegamos allí, tuvimos que pasar por la aduana francesa; a diferencia de los británicos, sólo nos sellaron el pasaporte y pasamos libremente. Después de eso, nos enfrentamos a nuestro primer reto Contiki y eso fue… ¡subirnos a un ferry! Un ferry es una especie de barco… Hmmm, es lo que puedo decir del ferry. Nos trepamos a esta cosa con todo y camión. Nos pudimos bajar y recorrer las cubiertas y todo.

Nos subimos al ferry porque era la manera de atravesar el Canal de la Mancha y llegar a Francia. Cruzamos de Dover (puerto inglés) a Calais (puerto francés). Nos tomó alrededor de dos horas cruzar de un lado al otro… Y, al finaliza la travesía, ¡pisamos suelo francés!... O mejor dicho, las llantas del autobús rodaron por suelo francés.

Nos tomó otras cuantas horas llegar a París, pero antes de eso, hicimos una parada en el camino y, ahora sí, pisamos suelo francés en esa parada; y tuvimos el primero accidente Contiki y fue que se nos perdió una de las chavas que iba en el tour con nosotros…

No he mencionado nada acerca de las personas que tomaron el tour junto con nosotros. Éramos 51 personas de distintas nacionalidades. La mayoría eran de Australia, algunos otros de Nueva Zelanda, unos pocos del Reino Unido, una niña taiwanesa y nosotras mexicanas…

El primer accidente Contiki fue que la niña taiwanesa, llamada Tracy, se nos perdió. Tracy no habla mucho inglés, casi nada de hecho, y no entendió las instrucciones que nos dio Claire y que eran, básicamente que, nos bajábamos del camión, íbamos al baño, comprábamos algo de comer y regresábamos 45 minutos después al camión… La chavita no entendió y, pues, se perdió; pero ya después apareció y pudimos partir.

Llegamos por la tarde a París y lo que hicimos fue botar las maletas… Nuestro primer encuentro con las habitaciones, que parecían pajareras, en una acertada descripción de mi hermana… Y nos subimos de nuevo al camión para tener un paseo por la ciudad.

Y vimos la Cité de noche. Ah qué bonito. Tomamos unas fotos hermosas de la Torre Eiffel de noche. Vimos la ciudad a oscuras iluminada por las lámparas del alumbrado público. No tomamos muchas fotos porque era complicado hacerlo desde el autobús, pero nos quedamos con el recuerdo de la Cité de noche…


10 de septiembre del 2006

Este día realmente no hay nada que mencionar… Bueno, sí, este día nos cambiamos del hostel en el que estábamos a un hotel. Y es que esa era la primera noche que nuestro tour nos cubría y, pues entonces, era necesario cambiarnos para el hotel de la compañía.

Fue un show, como se pueden imaginar, porque cargamos con todas las maletas y, para colmo, nos cerraron una parte del tube y tuvimos que llegar dando una vuelta muy grande, por lo que nos tardamos más.

Un día pesado y al otro necesitábamos estar listas con todo y chivas a las 6 de la mañana. Así que no nos paseamos mucho y descansamos lo que pudimos.

Ah, también tuvimos nuestro primer contacto con Contiki, la empresa con la que contratamos el tour. Je je, les aseguro que Contiki es un personaje importante en esta historia, así que tengan presente este nombre… Ya verán…

09 de septiembre del 2006

Decidí que nos habíamos agotado demasiado para ser el primer día y que teníamos que tomarlo con calma. Con esa consigna, este día fuimos a la Torre de Londres, que es famosa por haber servido como prisión para muchos nobles y donde muchos de ellos perdieron la vida.

Ese día lo pasamos básicamente en ese lugar. Y es que es impresionante. Tiene muchas cosas, además de que la arquitectura es muy imponente; de nuevo, es un lugar construido de puras piedras, por lo que personalmente me encanta.

Creo que hay muchas cosas que decir acerca de este sitio. Como es de imaginarse, es un sitio sangriento porque en ese lugar asesinaron a muchas personas. Incluso, hay una especie de monumento / memorial que habla sobre las vidas que fueron cegadas en ese sitio. Es un lugar muy importante para la historia de Inglaterra por todo lo que representa. Y ahora que es un sitio turístico, sigue siendo importante.

Existe una leyenda alrededor de los cuervos que viven en la Torre de Londres. Alguien le dijo a Charles II que, si algún día los cuervos dejaban la Torre, entonces el imperio británico se derrumbaría. Con esta advertencia, el rey ordenó que siempre se mantuvieran cuervos en la Torre. Y hasta la fecha se pueden observar los cuervos, algunos enjaulados, otros viviendo allí con las alas cortadas para que no puedan volar demasiado.

Creo que lo que puedo mencionar de este sitio que me pareció extraordinario es precisamente algo referente a los cuervos. El sitio, a pesar de poder estar lleno de personas, es un sitio silencioso, no se escucha nada, callado, callado. Y de vez en cuando, un graznido rompe el silencio, más graznidos pero es todo lo que se escucha… Silencio y graznidos… Es un lugar impresionante y, cuando me di cuenta de esta situación acerca del silencio, quedé todavía más impresionada… En ese momento entendí porque era una prisión tan terrible… O, tal vez, el haber sido una prisión tan terrible fue lo que convirtió al lugar en lo que es ahora…

Otra cosa que hay que mencionar sobre la Torre de Londres es que actualmente es donde se resguardan las joyas de la corona… Y las joyas se encuentran en exposición. Eso quiere decir que tuve la oportunidad de ver algunas de las coronas que utilizaron algunos de los reyes de Inglaterra, así como accesorios como platos, cetros y otras cosas utilizados por la realeza. Pero, lo más importante de esta exposición es que se muestra la corona que pertenece a la reina Isabel II, quien reina actualmente en Inglaterra.

Y, como es de esperarse, la corona no es una corona cualquiera, creo que es LA corona. Se supone que tiene incrustado el diamante más grande del mundo o, al menos, uno de los más grandes. Pero no es la única piedra preciosa adherida a la corona, tiene muchísimas cosas más, cosas que ni siquiera sé qué son. Es una joya hermosa, realmente hay que verla para creer que esa es la corona de Isabel II.

De todas formas, creo que la corona que me gustó más fue la que usaba la reina Victoria. Bueno, era como su corona de “diario”, que es una pequeña coronita que utilizaba sobre un como chongo que se hacía; es una coronita, pequeñita, pero a mí me gusto.

El lugar en donde están las joyas de la corona es una sala dedicada al ego de la reina. Pasan constantemente un video de su coronación. La verdad es que es increíble como la coronaron; Isabel II se ve joven, es conmovedor el momento. Y ni que decir de toda la faramalla para coronarla: En ese momento le pusieron la corona, le entregaron una especie de cetro, una espada y una capa que se ve que es pesadísima. Y luego la aclamación de su pueblo, como salieron de (me imagino) West Minster y llegaron a Buckingham, como la gente corría y se arremolinaba para ver a su nuevo reina que salió a saludarlos desde los balcones de su palacio.

También hay proyecciones de las diferentes joyas y accesorios que existen, la espada que le dan, el cetro y las diferentes coronas de diferentes reyes que ha habido en Inglaterra. Creo que es un espectáculo digno de mirarse… sobre todo cuando a uno le gusta ver tanta piedra brillosa tan cara.

Existen otras exposiciones. Creo que la que más llamó nuestra atención es una exposición de armaduras y armas que hay allí. En esta sala es posible apreciar armaduras de diferentes reyes, espadas, pistolas, fusiles y hasta una recreación de los caballos de varios reyes.

Hay muchas otras cosas que ver, hay recreaciones de las habitaciones de algunos prisioneros. Pero me parece que lo más importante es que puedes recorrer las murallas, cuartos y torres que conforma la Torre de Londres. Y es como raro pasearse por esos pequeños corredores, subir por las estrechas y empinadas escaleras, mirar en algunas habitaciones las marcas dejadas por los prisioneros… Hay una muy impresionante… Un prisionero talló en la pared de su celda una especie de mapa del cielo o algo así; lo que es importante de esto es que está tallado a varios niveles y con gran detalle… lo que quiere decir que el prisionero pasó mucho tiempo en esa celda…

Casi todo el día lo pasamos en ese lugar y es que es muy grande y hay mucho que ver y mucho que apreciar… Ah y desde ahí también se puede mirar el Puente de la Torre, que según me dijo Rob (esposo de mi amiga Samantha) es confundido con el Puente de Londres. De hecho, el Puente de Londres es otro y, creo, no es tan vistoso como el Puente de la Torre…

Quiero mencionar algo importante de este día, porque visitamos una tienda increíble. En México no tenemos algo de esa naturaleza: Una juguetería llamada “Hamley’s”. Es un edificio de cinco pisos enteramente dedicado a los juguetes. ¡Increíble! Nunca he visto tantos juguetes reunidos en un solo lugar…

Después de esa pequeña visita, regresamos al hostel… agotadas como siempre…

Friday, October 13, 2006

08 de septiembre del 2006

Nuestro primer día oficialmente en Londres. El plan original es que deberíamos de descansar ese día para adaptarnos al cambio de horario y no resentir el agotamiento. Obviamente y como era de esperarse, no respetamos el plan y nos fuimos prácticamente todo el día.

Salimos a eso de las 9 de la mañana, pero tuvimos que regresarnos al hostel a esperar a que nos dieran las 9:30. Y es que resulta que en el tube de Londres venden un tipo de pasaje que se llama “Day travelcard” y es básicamente una tarjeta con la que puedes hacer los viajes que quieras a lo largo del día…

Pero, no es tan simple como eso: La tarjeta existe en varias modalidades. La primera de ellas es referente a la zona; Londres está dividido en seis zonas, la 1 es el centro, la 2 todavía se considera como céntrica, pero ya no demasiado y así se van alejando. Y dependiendo de las zonas en las que quieras bajar, es el precio que tienes que pagar. Como nosotros estábamos en la zona 2, necesitábamos una tarjeta que cubriera la zona 1 y 2. La segunda cosa en la que hay que fijarse al comprar la tarjeta es la modalidad “Peak” y “Off Peak”; lo que quiere decir es que compras la tarjeta en horas pico, para el transporte, y horas no pico. Antes de las 9:30 de la mañana, son horas picos, después de las 9:30 son horas no pico; es más caro viajar en horas pico que en horas no pico. Por eso decidimos esperar media hora para ahorrarnos unos centavos.

Al primero lugar hacia el que dirigí la expedición, ya con los boletos en mano, fue a Picadilly Circus. Esta es una zona muy famosa en Londres, cerca de allí hay tiendas, American Express, restaurantes y demás. Lo que yo quería ver allí era la tienda de discos Virgin Mega Store y comprarme unos sencillos de PSB. Oh desilusión, porque fue la primera vez que nos perdimos en el día; dimos algunos vueltas alrededor de Picadilly y hasta después nos dimos cuenta de que nos equivocamos.

Ni modo, llevábamos un poco de prisa porque queríamos estar a las 11:30 en Buckingham para ver el cambio de guardia. Todo mundo quiere ver el cambio de guardia, así que nos lanzamos a verlo.

Como era de esperarse, llegamos un poquito tarde y estaba lleno de gente, atascado de gente. La verdad es que no vimos mucho, y lo que alcanzamos a ver fue a los guardias que hacían algunas evoluciones entro del Palacio y esas cosas. Repito, no vimos la gran cosa.

Lo más que vimos fue cuando los soldados salieron del Palacio y se fueron marchando, con la banda de guerra o no sé cómo se llame. Ese fue en el momento en el que más pudimos ver del espectáculo.

Claro, ese es un clásico en Londres y no nos lo podíamos perder. Ya que se fueron los soldados, nos dedicamos a sacar fotos del Palacio y de los jardines que están alrededor, así como de la estatua que está enfrente y las puertas.

Al poco rato que regresan los soldados. Bueno, regresó lo que era la banda de guerra. Tuvimos oportunidad de sacarles fotos de más de cerca, porque la gente ya se había dispersado. Me pareció curioso que hicieran la faramalla de irse marchando para después regresar ya más calladitos al Palacio.

De ahí caminamos a… alguno de los parques que rodean a Buckingham. Me parece que lo rodean dos parques Green Park y Hyde Park… y me parece que nosotros anduvimos en el primero. A veces es un poco complicado decir nuestra exacta ubicación, porque ni nosotros la sabíamos a ciencia cierta.

Ahí sacamos fotos de los animales que tienen, aves y una ardilla muy simpática que se estaba ganando la chuleta haciéndole gracias a una señora que le estaba dando de comer. Nos sentamos un ratillo a descansar en el parque y ya luego nos movimos.

Nuestra siguiente parada fue el London Eye. El London Eye es una rueda de la fortuna gigantesca desde la que se ve todo Londres; pero, no es solamente una rueda de la fortuna común y corriente, es un gran logro de la ingeniería moderna por su tamaño y construcción. Es un negocio, un gran negocio de hecho, de British Airways. Yo nada más quería ir a verla, porque si es algo impresionante. Sin embargo, mi hermana insistió en que nos teníamos que subir.

Para quien no lo sabe, mi pánico a los aviones viene derivado de un miedo más general, que es el miedo a las alturas. Sufro de vértigo y, pues, me mareo estando muy alto; en realidad, me mareo cuando miro directamente hacia abajo, aunque no tengo problemas cuando miro al horizonte. Además de que sí me apanico al estar tan alto.

Bueno, ¿qué le hace uno? Nidia quería subirse, así que me subí. La cápsula, porque donde te suben es una especie de cápsula, tiene una banca en el centro, en donde te puedes sentar. La mayoría de las personas se levanta, porque va a una velocidad que te permite moverte sin problemas además de que tiene el espacio suficiente para hacerlo, y mira el paisaje. Toda la cápsula es transparente, así que puedes mirar en todas direcciones. Yo me quedé aferrada a la banca, totalmente asustada. Miré alrededor y todo, pero no fui capaz de dar un paso y acercarme a los bordes la cápsula; simplemente, fue demasiado para mi valor tenerme que subir y ya era excesivo pasearme como si nada en la cápsula.

Hay que admitir que la vista desde el London Eye es increíble. Nos tocó un día claro y despejado, aunque la luz del sol en ese momento no era del todo favorable. Pero, a pesar del miedo y del sol, es una vista espectacular. Se ve bastante de Londres, increíble. El Parlamento, el Big Ben (que en realidad y según me explicó el esposa de mi amiga Samantha que vive en York) ese nombre es sólo es la campana del reloj, la catedral de Saint Paul y muchas otras cosas más que no sé que son.

El paseo dura media hora y fue increíblemente feliz cuando me pude bajar. Como el Parlamento y West Minster están cerca, al bajar, tomamos la decisión de dirigirnos hacia allá. Qué edificios, me encantan esos edificios. En este viaje descubrí que estoy enamorada de las ciudades de piedra y Londres tiene mucha piedra. No hay mucho que decir de estos edificios, basta con mirarlos… Sin embargo, hay que mencionar que existe un museo y todo, pero ya no entramos por la hora y por el costo. Ya los veremos en la siguiente ocasión.

Ese día nos perdimos por segunda ocasión. Mi hermana y yo decidimos que era una buena idea caminar hacia una estación del tube que “no se veía tan lejos”. Gran error. Ese día caminamos muchísimo tratando de encontrar la estación del metro; dimos con ella, pero decidimos que nunca volveríamos a tomar una decisión de esas. Es mejor ir a lo seguro.

Creo que ese día todavía alcanzamos a ir al centro, buscando tiendas de discos. Comimos algo y nos regresamos extenuadas a nuestro hostel…



07 de septiembre del 2006

Eso de que te roben seis horas de repente está medio violento. Llegamos a Londres a eso de las 2 de la tarde. Después de un vuelo de alrededor de nueve horas, a la mejor un poco más, es desorientante encontrarse en un país distinto a kilómetros de distancia de tu casa.

El primer trauma que adquirí en Europa fue la entrada a Inglaterra, es decir, inmigración. Para entrar a Inglaterra y, en general, a la Unión Europea, es relativamente sencillo cuando vas de turista y tienes dinero y un boleto de regreso a tu país de origen… Pero creo que nadie le avisó de eso a la señora que nos tocó en la aduana.

En principio, mi inglés no es así como excelente, porque no lo practico. Y por lo mismo, no estoy del todo acostumbrada a los distintos acentos que te puedes encontrar en el mundo. Sí, los ingleses pueden hablar muy bonito, pero lo cierto es que a veces es complicado entender lo que te están diciendo; por lo menos para mí es complicado.

Luego, tengo que mencionar que fui con mi amiga Michel y mi hermana Nidia en esta aventura. Ellas tampoco hablan demasiado inglés. Basta con decir que yo era la “traductora oficial” del grupo… A buen árbol se arrimaron.

Pues, con el inglés chafa y agotadas luego de nueve o diez horas de vuelo, en un país extraño, solas a nuestra suerte, es frustrante que una señora en la aduana te presione y te regañe. Y eso fue precisamente lo que hizo la que nos tocó.

Cuando llegas a Inglaterra, te entregan una tarjeta que me parece que le llama “Landing Card”. En esa tarjeta anotas tu nombre, tu edad, tu nacionalidad y a que te dedicas en tu país de origen. Pues, yo acá en México estoy acostumbrada que cuando te preguntan a que te dedicas, no dices “Soy ingeniero en sistemas computacionales”, sino que dices “Soy empleado de X compañía”. Se me ocurrió poner eso en la tarjeta y que se nos arma. La señora nos regañó por eso, porque teníamos que poner nuestra profesión, no de lo que vivíamos; también nos regañó porque no pusimos la dirección que íbamos a tener el Londres, lo cual a mí no se me hizo lógico, porque en realidad no teníamos una dirección fija a la cual llegar y, en realidad, lo que quería es que le pusiéramos la dirección del hotel o hostel en el que íbamos a dormir…

Después del interrogatorio y de que nos habló golpeado, ya nos dejó pasar. De hecho, nos dijo algo así como “Pásenle, pero apúrense”… Horrible; estaba tan traumada que hasta las manos me estaban temblando un poco. Realmente la señora nos hizo pasar un mal rato.

Ya que por fin estábamos de manera legal en Inglaterra, recogimos las maletas, cambiamos un poco de dinero y nos dirigimos hacia nuestro hostel. Nos transportamos a través del maravilloso sistema de metro de Londres llamado “underground” o “tube”.

Ahí fue la primera vez que nos dimos cuenta de que andar en el tube no es tan sencillo como andar en el metro de la ciudad de México. En la estación a la que llegamos, digamos que confluyen varias líneas y, precisamente por eso, la estación está como fraccionada. Pero no está fraccionada como aquí, que ya estando adentro del metro, simplemente sigues las señales y te cambias fácilmente de línea. La estación, Paddington para ser más exactos, está en partes y cada parte es diferente de las otras.

Para tomar la línea que necesitábamos, nos dirigimos a la entrada que nos correspondía, claro, no sin antes perdernos tratando de encontrarla. Ya cuando por fin encontramos la entrada correspondiente a la línea que necesitábamos, resultó que no había taquilla y las máquina expendedoras de boletos sólo aceptaban monedas y con el importe exacto. Pues, como no traíamos el dinero exacto, la manager de la estación, una señora gordita rubia bastante amable, nos dejó pasar y nos dijo que podíamos comprar nuestro boleto en una de las estaciones en las que íbamos a trasbordar, Whitechapel.

Pues, hicimos eso, llegamos a Whitechapel y compramos los boletos. Yo estaba nerviosa, porque viajar en el tube sin un boleto válido puede resultar en que te multen y no sé cuántas cosas más… Después a lo largo de mi estancia, me di cuenta de que las revisiones son escasa y que, en realidad, no tienen control en ese aspecto y mucha gente evade pagar su boleto.

Llegamos a nuestro hostel, nos dieron nuestra habitación y dejamos las maletas. ¡Por fin! Salimos a buscar algo de comer y nos dormimos. Ese día en realidad yo no comí, estaba agotada, pero probamos en un changarro de por allá; mi hermana pidió nuggets con papas, bastante decentes.

06 de septiembre del 2006

Ah, por fin el día había llegado. Después de tanto tiempo, había llegado el día en que salía rumbo a Europa… Lo peor del caso es que ese día recordé que los aviones no me agradan en lo más mínimo, sobre todo, cuando vas a pasar nueve horas suspendido en el aire.

Las razones por la que no me gustan los aviones son: La primera es muy simple; si el avión se cae, es seguro que te mates. La segunda es más simple todavía; me mareo con mucha facilidad, tengo vértigo y, si me pongo lo suficientemente mal, hasta claustrofobia me da…

Pero, en realidad no tenía muchas opciones. O me subía al avión o me subía al avión… Pues, básicamente ese día me la pasé en la angustia; casi no comí, desayuné un poco y, hasta el aeropuerto después de hacer check in y todo, me animé a comerme un subway y eso, la mitad, ni siquiera completo.

La verdad estaba demasiado nerviosa, yo no sé cómo le hice para, de hecho, treparme al avión y no salir corriendo o hacer un drama allá arriba. De hecho, hice un pequeño drama cuando despegamos, pero nada que atrajera la atención de los demás pasajeros.

Sinceramente, volar es la peor experiencia en la vida. Odio volar, odio subirme a un avión. Lo malo es que es casi la única manera de llegar al otro lado del mundo… Puede ser que el barco sea una opción, pero estoy segura de que eso sería peor que el avión.

Finalmente, ya en el cielo, volando en ese horrible armatoste, traté de comer… Aunque creo que la comida de los aviones es horrible, la de British Airways es menos espantosa que la de Lufthansa, pero siento es que es un mal generalizado. Tampoco pude dormir demasiado, creo que más bien dormité.