Eithne at Europe 2006

Friday, October 13, 2006

07 de septiembre del 2006

Eso de que te roben seis horas de repente está medio violento. Llegamos a Londres a eso de las 2 de la tarde. Después de un vuelo de alrededor de nueve horas, a la mejor un poco más, es desorientante encontrarse en un país distinto a kilómetros de distancia de tu casa.

El primer trauma que adquirí en Europa fue la entrada a Inglaterra, es decir, inmigración. Para entrar a Inglaterra y, en general, a la Unión Europea, es relativamente sencillo cuando vas de turista y tienes dinero y un boleto de regreso a tu país de origen… Pero creo que nadie le avisó de eso a la señora que nos tocó en la aduana.

En principio, mi inglés no es así como excelente, porque no lo practico. Y por lo mismo, no estoy del todo acostumbrada a los distintos acentos que te puedes encontrar en el mundo. Sí, los ingleses pueden hablar muy bonito, pero lo cierto es que a veces es complicado entender lo que te están diciendo; por lo menos para mí es complicado.

Luego, tengo que mencionar que fui con mi amiga Michel y mi hermana Nidia en esta aventura. Ellas tampoco hablan demasiado inglés. Basta con decir que yo era la “traductora oficial” del grupo… A buen árbol se arrimaron.

Pues, con el inglés chafa y agotadas luego de nueve o diez horas de vuelo, en un país extraño, solas a nuestra suerte, es frustrante que una señora en la aduana te presione y te regañe. Y eso fue precisamente lo que hizo la que nos tocó.

Cuando llegas a Inglaterra, te entregan una tarjeta que me parece que le llama “Landing Card”. En esa tarjeta anotas tu nombre, tu edad, tu nacionalidad y a que te dedicas en tu país de origen. Pues, yo acá en México estoy acostumbrada que cuando te preguntan a que te dedicas, no dices “Soy ingeniero en sistemas computacionales”, sino que dices “Soy empleado de X compañía”. Se me ocurrió poner eso en la tarjeta y que se nos arma. La señora nos regañó por eso, porque teníamos que poner nuestra profesión, no de lo que vivíamos; también nos regañó porque no pusimos la dirección que íbamos a tener el Londres, lo cual a mí no se me hizo lógico, porque en realidad no teníamos una dirección fija a la cual llegar y, en realidad, lo que quería es que le pusiéramos la dirección del hotel o hostel en el que íbamos a dormir…

Después del interrogatorio y de que nos habló golpeado, ya nos dejó pasar. De hecho, nos dijo algo así como “Pásenle, pero apúrense”… Horrible; estaba tan traumada que hasta las manos me estaban temblando un poco. Realmente la señora nos hizo pasar un mal rato.

Ya que por fin estábamos de manera legal en Inglaterra, recogimos las maletas, cambiamos un poco de dinero y nos dirigimos hacia nuestro hostel. Nos transportamos a través del maravilloso sistema de metro de Londres llamado “underground” o “tube”.

Ahí fue la primera vez que nos dimos cuenta de que andar en el tube no es tan sencillo como andar en el metro de la ciudad de México. En la estación a la que llegamos, digamos que confluyen varias líneas y, precisamente por eso, la estación está como fraccionada. Pero no está fraccionada como aquí, que ya estando adentro del metro, simplemente sigues las señales y te cambias fácilmente de línea. La estación, Paddington para ser más exactos, está en partes y cada parte es diferente de las otras.

Para tomar la línea que necesitábamos, nos dirigimos a la entrada que nos correspondía, claro, no sin antes perdernos tratando de encontrarla. Ya cuando por fin encontramos la entrada correspondiente a la línea que necesitábamos, resultó que no había taquilla y las máquina expendedoras de boletos sólo aceptaban monedas y con el importe exacto. Pues, como no traíamos el dinero exacto, la manager de la estación, una señora gordita rubia bastante amable, nos dejó pasar y nos dijo que podíamos comprar nuestro boleto en una de las estaciones en las que íbamos a trasbordar, Whitechapel.

Pues, hicimos eso, llegamos a Whitechapel y compramos los boletos. Yo estaba nerviosa, porque viajar en el tube sin un boleto válido puede resultar en que te multen y no sé cuántas cosas más… Después a lo largo de mi estancia, me di cuenta de que las revisiones son escasa y que, en realidad, no tienen control en ese aspecto y mucha gente evade pagar su boleto.

Llegamos a nuestro hostel, nos dieron nuestra habitación y dejamos las maletas. ¡Por fin! Salimos a buscar algo de comer y nos dormimos. Ese día en realidad yo no comí, estaba agotada, pero probamos en un changarro de por allá; mi hermana pidió nuggets con papas, bastante decentes.

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